martes, febrero 21, 2017

Salta de gozo, porque entonces será tu juez quien ahora es tu abogado

Centraos, hermanos míos, en el amor, que la Escritura alaba de tal manera que admite que nada puede comparársele. Cuando Dios nos exhorta a que nos amemos mutuamente, ¿acaso te exhorta a que ames solamente a quienes te aman a ti? Este es un amor de compensación, que Dios no considera suficiente. Él quiso que se llegase a amar a los enemigos cuando dijo: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a quienes os odian y orad por quienes os persiguen, para ser hijos de vuestro Padre que está en los cielos, quien hace salir su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. ¿Qué dices a esto? ¿Amas a tu enemigo? Quizá me respondas: «Mi debilidad me lo impide». Ponte en marcha, haz por poder, sobre todo teniendo en cuenta que has de orar al juez al que nadie puede engañar y que ha de llevar tu causa. Interpela, pues, a ese juez allí donde ningún mensajero causa desconcierto, ningún magistrado se echa atrás ni se envía ningún abogado que pueda interceder por ti o decir las palabras que tú no has aprendido, sino que el mismo Hijo único de Dios, igual al Padre, que se sienta a su derecha como su asesor, tu mismo juez, te enseñará las pocas palabras que cualquier persona, por ignorante que sea, puede retener y repetir; en ellas, por voluntad suya, radica tu causa; te enseñó el derecho celeste, cómo has de orar.

Pero quizá respondas: «¿Por quién tengo que pedir: por mí o por los demás?» Quien te enseñó a orar es quien ruega por ti, puesto que eras culpable. Salta de gozo, porque entonces será tu juez quien ahora es tu abogado. Dado que tendrás que orar y defender tu causa con pocas palabras, has de llegar a aquéllas: Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Dios te dice: «¿Qué me das a cambio de que yo te perdone todos tus pecados? ¿Qué don me ofreces, qué sacrificio de tu conciencia colocas sobre mi altar?» A continuación te ha enseñado lo que has de pedir y lo que tienes que ofrecerle. Tú pides: Perdónanos nuestras deudas; pero ¿qué le ofreces? Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Eres deudor de aquel a quien no se le puede engañar; pero también tú eres acreedor. Dios te dice: «Tú eres mi deudor; fulano lo es tuyo; yo haré contigo, mi deudor, lo que hagas tú con el tuyo. He ahí el don que has de ofrecerme: el perdonar a tu deudor. Tú me pides misericordia; no seas perezoso en concederla». Presta atención a lo que dice la Escritura: Quiero la misericordia antes que el sacrificio. No ofrezcas un sacrificio que no vaya acompañado de la misericordia, porque no se te perdonarán los pecados si no lo acompañas de la misericordia.

San Agustín, Sermón 386,1

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La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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