lunes, marzo 20, 2017

SIMÓN DE CIRENE (4)

6. Quien quiera seguirme
Condición indispensable para ser cristiano, con todo lo que esta palabra implica, es cargar con la cruz y seguir a Cristo (Mt 16, 24).  Un cristiano que rehúye la cruz, cuando ésta es ineludible e irremediable, no es tal, por más que así se llame. Por la sencilla razón de que no sigue a Cristo ni es capaz de compartir la cruz de los otros. 

Hay cruces que se deben rechazar o eliminar. O al menos aliviar. El enfermo, porque la salud y la vida son un bien, acudirá al médico en busca de curación. El pobre luchará por salir de su pobreza y lograr una vida más digna para él y los suyos. El abatido por la tristeza, el fracaso o la soledad, buscará alivio y consuelo. El anciano, cuando los años pesan y decrece la ilusión por vivir, necesitará compa-ñía y cariño a su alrededor. Y así, muchas otras cruces que degradan la vida del hombre. 

Basta abrir las páginas del evangelio para encontrar a Cristo recorriendo los caminos de Galilea y “descargando” o aligerando la cruz de muchos: ciegos y leprosos, pobres y hambrientos. Venid a mí, dice, los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré (Mt  11, 28). Pero añade a continuación: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera (Ib.).

San Agustín resume en breves palabras todo lo dicho anteriormente. Dice: Si estás débil, evita una enfermedad peor. Si estás fuerte, cuida de la debilidad de tu hermano (S.  62, 4, 7). Aligera tu cruz o evítala, cuando esté en tus manos hacerlo; y si estás aliviado y eres fuerte, carga con la cruz del hermano. No te quedes nunca sin la cruz, la tuya o la del hermano, para seguir mejor a Jesucristo. 

No te engañes: Nunca faltará la cruz en tu vida; pesada si no amas, liviana y li-gera si con ella sigues a Cristo con amor. Él no quita la cruz a nadie (problemas, enfermedades, preocupaciones, contratiempos…), pero da a todos, si se arriman a la suya, espaldas anchas y fuertes para cargarla. Más todavía, la cruz se hace mu-cho menos pesada porque Él la lleva contigo. 

Quien acepta a Cristo, acepta y acoge la cruz. Desde que Él murió en ella y resucitó, ella es signo de vida y de victoria. Dolorosa siempre, pero portadora de vida. San Agustín goza contemplando a Cristo cargando con la cruz para liberarnos de la muerte. Dice: Encuentro mucho gozo en imitar, en cuanto puedo,  la mansedumbre de Cristo, que tomó sobre sí el mal de la muerte para liberarnos de ella. (De mor. Ecc. Cath. 1, 2, 3).
Tomado del Libro Bebieron de la Fuente
P. Teodoro Baztán Basterra.

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