lunes, junio 26, 2017

NUESTROS MIEDOS

Salmo 68, La carga de la vida

«Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello».
Estoy cansado de la vida. Estoy harto del triste negocio del vivir. No le veo sentido a la vida; no veo por qué he de seguir viviendo cuando no hay por qué ni para qué vivir. Ya me he engañado bastante a mí mismo con falsas esperanzas y sueños fugaces. Nada es verdad, nada resulta, nada funciona. Bien sabes que lo he intentado toda mi vida, he tenido paciencia, he esperado contra toda esperanza... y no he conseguido nada. A veces había algún destello, y yo me decía a mí mismo que sí, más tarde, algún día, en alguna ocasión, se haría por fin la luz y se aclararía todo y yo vería el camino y llegaría a la meta. Pero nunca se hizo la luz. Por fin, he tenido que ser honrado conmigo mismo y admitir que todo eso eran cuentos de hadas, y seguí en la oscuridad como siempre lo había estado. Estoy de vuelta de todo. He tocado fondo. Estoy harto de vivir. Déjame marchar, Señor.
«Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos».
Siento el peso de mi fracaso, pero, si me permites decirlo, lo que de veras me
oprime y me abruma es el peso de tu propio fracaso, Señor. Sí, tu fracaso. Porque, si la vida humana es un fracaso, tú eres quien la hiciste, y tuya es la responsabilidad si no funciona. Mientras sólo se trataba de mi propia pena, yo me refugiaba en el pensamiento de que no importaba mi sufrimiento con tal de que tu gloria estuviera a salvo. Pero ahora veo que tu gloria está íntimamente ligada a mi felicidad, y es tu prestigio el que queda empañado cuando mi vida se ennegrece. ¿Cómo puede permanecer sin mancha tu nombre cuando yo, que soy tu siervo, me hundo en el fango?

"Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí".

Por ti y por mí, Señor, por tu honra y por la mía, no permitas que mi alma perezca en la desesperación. Levántame, dame luz, dame fuerzas para soportar la vida, ya que no para entenderla. Sálvame por la gloria de tu nombre.

«Arráncame del cieno, que no me hunda,
líbrame de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí».

No pido más que un destello, un rayo de luz, una ventana en la oscuridad que me rodea. Un relámpago de esperanza en la noche del desaliento. Un recordarme que tú estás aquí y el mundo está en tus manos y todo saldrá bien.
Que se abran las nubes, aunque sólo sea un instante, para que yo pueda ver un jirón de azul y asegurarme de que el cielo existe y el camino queda abierto a la ilusión y a la esperanza. Hazme sentir la gloria de tu poder en el alivio de mi impotencia.
"Yo soy un pobre malherido, Dios mío,
tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias".
¡Señor!, reconcíliame de nuevo con la vida.


NUESTROS MIEDOS

      Cuando nuestro corazón no está habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a merced de nuestros miedos. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad.

      Otras veces nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin la compañía cercana de nadie.

      Con frecuencia vivimos preocupados solo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Tememos las críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser clasificados. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizá no confiamos en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana.

      Siempre ha sido tentador para los creyentes buscar en la religión un refugio seguro que nos libere de nuestros miedos, incertidumbres y temores. Pero sería un error ver en la fe el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y asustadizos.

       La fe confiada en Dios, cuando es bien entendida, no conduce al creyente a eludir su propia responsabilidad ante los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para encerrarse cómodamente en el aislamiento. Al contrario, es la fe en Dios la que llena su corazón de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada.

       Es la confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia.

       La fe no crea hombres cobardes, sino personas resueltas y audaces. No encierra a los creyentes en sí mismos, sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No los envuelve en la pereza y la comodidad, sino que los anima para el compromiso.

        Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de Jesús:
       «No tengáis miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos.
José Antonio Pagola


 ORACION DE ACCION DE GRACIAS

¿Ya no recordábamos dónde estábamos, de dónde nos has rescatado? El pecado nos había hecho a todos extraños los unos para los otros, lobos unos contra otros.
       Hemos llegado a pensar que es normal vivir pecado, has vencido a la muerte y has demostrado que es posible vivir desde ahora como hermanos unos de otros, una sola familia de Dios.
       No nos dejes caer en la tentación de mirar atrás y caer de nuevo en el miedo, la sospecha, la desesperación y el egoísmo a ultranza.
       Que tu gracia nos sostenga en el camino de la confianza y el amor.
P. Julián Montenegro Sáenz.

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Acerca de este blog

La Comunidad de Madres Mónicas es una Asociación Católica que llegó al Perú en 1997 gracias a que el P. Félix Alonso le propusiera al P. Ismael Ojeda que se formara la comunidad en nuestra Patria. Las madres asociadas oran para mantener viva la fe de los hijos propios y ajenos.

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